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El Dogo Argentino


De Dogos y "Costeros"

 

 

Aún no había amanecido, las luces mostraban un camino sinuoso aunque bastante aceptable para estar abandonado, llegamos a una arboleda donde paramos forzosamene frente a un puente roto -desde aquí tendremos que seguir a pie- nos dice Don Areco, un bueno conocedor de la zona y guía improvisado de esta incursión por las inmediaciones de Villa Gesell, completaba la comitiva Roberto M. y dos dogos argentinos, Cachilo y Nahuel. Los pajonales ocupan una importante porción de estos campos y en ellos se esconden una buena cantidad de chanchos "cimarrones" o "costeros" para beneplácito de los numerosos cazadores que encuentran en estos suideos una magnífica oportunidad para dedicarse a su deporte favorito, a una distancia relativamente corta de nuestra capital.

La gran cantidad de chanchos y las tonalidades del terreno llano, hacen de esta zona un lugar en el que se puede intentar cazarlos de muy diversas maneras, con dogos y a caballo es nuestra manera, pero para aquellos que no cuentan con el inapreciable apoyo de estos canes, pueden intentar cazar al acecho con el arma de su preferencia. No sin dificultades pues los altos pajonales hacen que se deba tirar muy cerca pero muy rápidamente. LA CACERIAEstacionamos los autos bajo la sombra de un viejo y frondoso árbol para no encontrarlos a nuestro regreso convertidos en sendos hornos portátiles. Bajamos los dogos, nuestros cuchillos, zapatos muy cómodos como para una larga caminata, la máquina de fotos y la filmadora. Don Areco se coloca sus viejas polainas de lona a prueba de yarará (según él) y partimos.Nuestro guía abre el camino por los pajonales y luego nos turnamos pues el que va al frente apisona las pajas facilitando el desplazamiento de los demás. Nos dirigimos lentamente hacia la zona donde generalmente ozan comen los chanchos.Los dogos van adelante campeando el terreno, olfatean, revisan cada paja, por momentos se paran inmóviles intentando escuchar algún ruido distante o levantan el hocico venteando. Están en su salsa, a cualquiera que presencia estas escenas no le puede caber ninguna duda de que al Dogo Argentino no puede ofrecérsele nada mejor ni más entretenido que una cacería. Cruzamos el tercer alambre y comenzamos a ver dormideros y ozadas en gran cantidad, lo que confirmaba lo dicho por Don Areco sobre la ubicación de los chanchos en estas épocas de seca alrededor de aguados o molinos con bebederos. En el cuadro al cual ingresamos existía un molino y a los pocos metros un charco por lo que las condiciones se mostraban más que favorables para toparnos con alguna piara.El viento estaba mal encarado con respecto a nosotros, lo que nos obligó a rodear completamente el cuadro para entrar al pajonal con viento de cara. Me puse al frente del grupo para poder manejar a mi perro Cachilo de cerca, Nahuel hacía sus primeras armas con los chanchos e iba de la correa sujetado por Roberto para evitar que se cansara inútilmente corriendo a otros animales. Llegado el momento del la verdad se lo suelta sobre la presa. De esta manera el Dogo luego de un par de cacerías atado aprende que lo único que debe cazar son chancho y puede andar suelto. Caminamos apenas 200mts. y Cachilo comienza a ponerse nervioso, levanta la cabeza y se mantiene venteando un largo rato hacia nuestro frente. Nos quedamos quietos y expectantes dejándolo que olfateara bien. De pronto se lanza a toda carrera y oímos el tropel de los chanchos seguido del grito de uno de ellos. El cansancio se nos borra como por encanto, corremos todos. Roberto lo larga a Nahuel y éste corre en ayuda de Cachilo. Cuando llegamos ya tienen dominado al chancho pues se trata de un ejemplar pequeño de unos 40kgs. de peso que ofrece poca resistencia. Lo sacrificamos y nos disponemos a despanzarlo para facilitar su transporte, aunque la presa es chica. Igualmente nos alegramos de poder regrase con ella al campamento; además Cachilo ha trabajado muy bien y Nahuel debuta como un veterano.El calor agobiante nos decide a seguir hacia el molino, a unos 1.000 metros de nosotros, para poder refrescarnos y descansar un momento antes de emprender el regreso. Mientras recuperamos energías conversamos con Don Areco sobre la posibilidad de regresar por otro camino para tratar de cobrar otra presa. Este nos responde que luego de la corrida que había sufrido la piara consideraba difícil que levantáramos otro chancho, pero que nada se perdía con intentarlo y nos indicó un bajo por donde podríamos regresar con alguna posibilidad de éxito. Noté de pronto que Cachilo miraba atentamente hacia el viento venteando con la nariz bien levantada, estaba echado en el agua inmóvil, bebía un poco y seguía mirando atentamente e inquieto hacia unos pajonales enfrente nuestro. Hice notar esto a mis dos compañeros y nos pusimos de pie. Roberto sujetó a su perro de la correa mientras tanto Cachilo ya se había bajado del bebedero y empezado a caminar hacia el pajonal y ya más decidido trotó unos metros para lanzarse a toda carrera desapareciendo de nuestra vista entre la paja. Corrimos todos detrás de él. Roberto ya había soltado a Nahuel, entre tropiezos y caídas nos dirigíamos hacia donde nos parecía haber oído ladrar al cachorro (un dogo adulto rara vez ladra, muerde), oímos ya mas cerca los gemidos y rezongos del chancho peleando.Cuando llegamos al lugar estaban los dos perros bien prendidos uno de cada oreja. El chancho los arrastraba en su desesperación por desprenderse de ellos, sin lograr conmover a los dogos. Areco no daba crédito a los que veían sus ojos, nunca había visto en acción a nuestra raza criolla, acostumbrado a cazar con perros ovejeros y galgos que los empacan pero sin prenderse; estaba francamente sorprendido con la escena que presenciaba. Me observaba como si fuera la primera vez que salía de caza, se le hacía imposible ver cómo filmaba y sacaba fotos con toda tranquilidad mientras los dogos seguían luchando prendidos firmemente. Sacrifiqué al cimarrón con el cuchillo para luego revisar a los perros en busca de una posible herida. Solamente encontré un raspón sin importancia sobre el hombro de Cachilo, Nahuel pasó la primera prueba con todos los honores y sin heridas. Nos alegró saber que Cachilo va a tener un buen apoyo para sus futuras cacerías. Con el entusiasmo de la lucha no me di cuenta de que Roberto había desaparecido, estábamos con Areco en plena tarea de despanzar al chancho cuando se aparece nuestro compañero con una sonrisa de oreja a oreja. Mientras yo me ocupaba de la pelea, él se retrasó un momento preparando el arconda y las flechas y nos cuenta que cuando se aprestaba a seguirnos, un macho jóven y dos hembras se le cruzaron a menos de cinco metros de la huella por donde él transitaba. Distraídos por el ruido de la pelea no notaron su presencia, oportunidad que él aprovechó para alojar una flecha al último de los chanchos en el costillar para luego rematarlo con otro flechazo. Aunque ninguno de los tres chanchos fueron muy grandes, la cacería con perros y las emociones que ésta depara al cazador, hace que el tamaño del trofeo no influya grandemente en el éxito de la misma como ocurre cuando se caza con bala. Como no hay satisfacción que no requiera ciertos sacrificios, iniciamos el regreso cada uno con un chancho al hombro y luego de innumerables descansos y tropiezos y sendos dolores de espalda, llegamos a los autos y de ahí a la estancia donde nos lavamos lo mejor posible el fuerte olor a cimarrón que despedíamos.Don Areco no dejaba de elogiar a nuestros perros, invitándonos a regresar cuando quisiéramos y así prometimos hacerlo.- Considero que un buen cazador debe contar con un guía únicamente si desconoce el terreno y carece del tiempo necesario para su reconocimiento, o cuando se inicia en estas lides, de lo contrario debe valerse siempre de sus propios medios. Pienso que cazar cualquier trofeo con la ayuda de un guía tiene el mismo mérito que ganar un gran premio con chofer.

Ichiro Nores