¿Por qué educar a nuestro perro?

 

Educar a nuestros perros no solo muchas veces marca la diferencia entre disfrutarlos o soportarlos, también marca la diferencia entre que ellos nos disfruten o nos soporten a nosotros, ya que el problema de comunicación es bilateral. Sin educación, ni nosotros los comprendemos ni ellos nos entienden a nosotros.

Pedro llega a su casa y el panorama es desesperante. Las entrañas de su sillón preferido fueron desparramadas por toda la sala. Un enorme agujero hiere de muerte el tapizado en el mismo vientre de su asiento, y todo su relleno, otrora mullido y cómodo a la hora de mirar la TV, están de una a otra punta de la casa esparcido por el piso. Siente que la furia lo invade, está a punto de explotar, cuando aparece en escena Blackie, su perro, haciendo evidentes gestos de sumisión, como si supiera lo que ha sucedido.

Pedro no puede comprender los motivos que llevan a su mascota a hacer cosas que “sabe” perfectamente que no debe. La prueba de que sabe que no debió destruir su sillón es que antes de que le diga nada ya está haciendo evidentes gestos de culpa, caminando agachado, con la cola entre las patas, bajando cabeza y orejas.

Blackie no puede comprender los motivos que llevan a su amo a estar tan disgustado. Él no hizo nada malo, y sin embargo ahí está su amo disgustado, con intenciones de agredirlo. Es evidente que la agresión de parte de su amo es inminente, y por eso Blackie hace gestos de sumisión, intentando aliviar los motivos de ira del amo. Obviamente su amo está furioso con su forma de caminar, o de entrar en la sala, pero no entiende los motivos exactos porque todo su cuerpo está indicando que reconoce la jerarquía, y sin embargo su amo no deja de amenazarlo con sus gestos corporales.

Como vemos, desde uno y otro punto de vista, la comunicación está rota.

El perro no tenía noción de que no se pueden romper los sillones, y Pedro no tiene noción de que los gestos que hace su mascota no significan que sepa que está mal lo que hizo antes, sino que solo responden a su evidente estado de ira, sin entender los motivos de la misma.

La idea de que el perro sabe lo que hizo es solo una interpretación humanizada de los gestos caninos. El perro solo sabe que algo está muy mal, y para su mente debe ser su postura frente al amo, por eso intenta corregir sus gestos haciendo toda clase de reverencias para que no lo agredan.

Lo del sillón? Ah, eso? Ya ni se acuerda. Fue en un momento de ansiedad por separación que toda su actividad de aprendizaje infantil se le vino a la mente. En determinada edad los cachorros salvajes deben aprender a desgarrar las presas y buscar la carne en el interior. Si prestamos atención a los documentales de lobos y otros carnívoros depredadores, lo primero que se come en una presa son sus viseras, y para eso se le abre el abdomen y se extraen intestinos, riñones, hígado, páncreas, estómago con rumia, todos elementos ricos en enzimas y vitaminas. El sillón, así abierto en su vientre y vaciado de sus viseras de espuma de latex y rellenos de tapicería, no es otra cosa que el cadáver de la presa que acaba de servir de elemento de prácticas para aprender a usar boca y manos en el arte de descuartizar.

Pedro amenaza con sus gestos corporales a un perro que solo puede relacionar sus amenazas que el ahora, es decir, con su forma de presentarse ante un superior en la jerarquía de la manada, y por eso su mascota intenta vanamente corregir su postura, adoptando otras más sumisas para aliviar las tensiones sociales.

Educar al cachorro es la manera correcta de aprender a hablar un mismo lenguaje, posicionarse en la mente del perro y entender porqué hace las cosas que hace, para así corregirlo, en lugar de empeorar más y más la situación con interpretaciones humanizadas, como la desafortunada frase “él sabía que no debía romper el sillón, y la prueba está en que se acerca agachado, como con culpas”.

 


 

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